sábado, agosto 19, 2006

EL HOMBRE DE LA CANOA. Despedida de Alemania, 2.001.

El hombre de la canoa.
Arturo Alape
Hamburgo, Noviembre 3 de 2001

Esta noche, 3 de noviembre, en Hamburgo con sus fuertes vientos de otoño y los árboles con su hojarasca amarillenta quemada cayéndose a tierra en vaivenes iluminados, ante ustedes mis amigos, quisiera referirme a tres cuestiones: los años que llegan a la vida de un hombre; las miradas escondidas en las despedidas y el retorno al país lejano.

Los años cuando llegan a la vida de un hombre, vienen con su caminar furtivo y a manotadas traen consigo un manantial de sorpresas para repartir como instancias cruciales entre los destinatarios. Y cada hombre recibe de acuerdo a su equilibrio emocional, ese aluvión de sorpresas como si se tratase de armar un rompecabezas, por cierto muy personal. En mi caso, recibo los años con la tranquilidad de un río hambriento, los disfruto o los padezco divididos en días y los meto en una caja de cartón, los clasifico según su color y palpitar y finalmente les escribo con membrete, un nombre como si se trataran de historias para contar. Debo confesar que soy un alerta escucha de los pasos sigilosos de los años. En este año de fecunda tranquilidad en Hamburgo, por ejemplo, para mi tranquilidad espiritual, avancé con el correr de hormiga laboriosa, en la escritura de mi nueva novela y la historia que narro se ha vuelto una realidad totalmente imaginada; en mis nuevos dibujos aparecen los grises de personajes grises que deambulan por Hamburgo y mis cuadros y dibujos se colgaron en paredes exhibiéndose para que entablaran diálogo con sus visitantes; y lo más hermoso y emotivo cuando llegamos con mi tribu familiar en el invierno pasado, fue que con la paciencia de un solitario pescador lancé la atarraya sobre la geografía alemana, y de pronto aparecieron uno a uno, sonrientes los rostros de ustedes mis nuevos amigos. Ustedes, conocerlos a ustedes, los que están presentes y los que caminan ausentes esta noche, son para mí el mejor de los regalos que he recibido este año cortado en tiempos exactos por las estaciones. También pienso en este emotivo instante, en mis antiguos amigos disgregados en sus nichos dibujados sobre la redondez de la tierra, para ellos mi amistad creciente con la llegada de cada noche y el amanecer con su soplo de vida.

Las despedidas de amigos, expresan la imagen de la mirada tatuada sobre una enorme espalda yéndose para encontrar de camino la voracidad de la distancia. De pronto, la mirada extraviada frente al mar o al embarcadero de un río, o quizá perdida entre la multitud de una estación de trenes o un tumultuoso aeropuerto, regresa para expresar a viva voz el nunca olvido de los pasos andados. Esta noche de celebración de años y antesala de despedidas, quiero afirmar lo siguiente con la voz de la experiencia: ustedes mis queridos amigos nunca tendrán rincón propio en la alacena de los olvidos. Por el contrario siempre estarán presentes con el intenso olor que levantan los vientos, con la llegada de la primavera. Esta noche le pido ayuda a los gigantescos cinco brazos del río Coreguaje para abrazarlos a ustedes por cinco y muchas veces y así mi espalda quede grabada en sus memorias con su mirada que nunca será devorada por la distancia.

Antes de hablar finalmente del regreso al país lejano, quisiera referir de manera breve mi encuentro con el hombre de la canoa. A finales de la década del sesenta con la decisión de volverme un escritor, dejé el monte y emprendí un largo viaje por el río Carare en compañía del hombre de la canoa. Atravesando ríos, montañas y carreteras, un día llegamos en canoa a Cali, mi ciudad natal. Al despedirse, el hombre viajero, con su sabiduría y experiencia me dijo que cuando necesitara de su ayuda silbara tres veces contra el viento y él de inmediato acudiría a mi llamado. Y así ha sucedido por varias veces durante estos últimos treinta años: despierto la noche en cualquier madrugada y salgo a la calle en busca del viento viajero y silbo por tres veces. Mis queridos amigos, esta noche quiero revelarles un secreto: el hombre de la canoa se encuentra en Hamburgo desde hace dos días, porque él siempre acostumbra a llegar con un mes de anticipación. Si ustedes, ahora mismo por curiosidad bajan las escaleras y abren la puerta de la calle y levantan la mirada hacia el cielo, podrán ver un árbol de hojarasca color oro y en uno de sus ramajes colgada, verán una pequeña casa de madera: acostado en su hamaca, colgada en una de sus habitaciones, ahora mismo el hombre de la canoa fuma su enorme tabaco y lanza volutas de humo como si estuviera narrando historias de cada día. La canoa debe estar escondida entre la hojarasca amarilla quemada que ha caído a tierra. Con mi tribu familiar ya estamos alistando maletas para el retorno: día a día Paloma y Nicolas bajan con las hojas del libro que están terminando con fotografías y recuerdos y lo dejan sobre la canoa; Katia ansiosa como siempre sube y baja las escaleras con libros en alemán, cuadros recientemente terminados y las muchas nostalgias pro-alemanas; yo he terminado mi libro de apuntes donde escribo los sueños a realizar en los próximos años, en la madrugada de mañana lo dejaré en el sitio escogido en la canoa.

En un mes partiremos con mi tribu familiar hacia el país lejano, cicatriz de dolor en su geografía sangrienta, infierno difícil de olvidar. Partiremos con la emoción de volver a encontrar el sonido de las voces amigas pero también con la incertidumbre clavada en el corazón por lo que posiblemente nos espera, sea lo que fuere. Partiremos con el optimismo sembrado sobre la piel para seguir siendo lo que siempre hemos sido. Para partir solamente esperamos a que el hombre de la canoa termine de fumar su enorme tabaco, baje del árbol, toque nuestra puerta y nos anuncie con su voz de flauta y memoria: “Mi querida familia Alape, llegó la hora de viajar…” Por reflejo, volveremos la mirada para buscarlos a todos ustedes y decirles de frente: “ hasta pronto, queridos amigos...” Para entonces el otoño por placer habrá desnudado a todos los árboles de Hamburgo y el invierno comenzará a gemir con sus vientos y los copos de nieve inundarán la ciudad.

Arturo Alape
Hamburgo, Noviembre 3 de 2001